Azoro, azor, azar. - - - por Roberto Echavarren


 El estremedal, la ensaladilla, ¿de qué está hecha?
La urdimbre interno-externa del linguajal, aguajal
donde todo es adentro y afuera, en los poros y en los centímetros
del escándalo micrométrico de las hormigas,
“una mistura de afueradentros en su inmaculada cocinería
que pareciera que va a dar aventura, laberinto al ciempiés”.
Esa traza de huerto vibra y absorbe “un fruto de la concordancia”
porque la lengua está en estado angélico, en estado de producción,
idioma angélico de Marina Tsvietáieva hablándole a Rilke:
Todos los idiomas se parecen al angélico,
aunque suelan quedarse atrás.
“El ángel singula en el liberarse de los perfumes,
il angelo di la leveza, il angelo di spumafina, il angelo que trepa:
angelohm, angelhim, angeluba,”
en el arrojo de un parabrisas va y viene
tejiendo la urdimbre, el parapeto,
donde se enredan las mariquitas de San Antonio y los puntos de luz
de una hebra de cabello rojizo, cabellerías, caballerías.
No hay dialéctica, ni siquiera hay otro, pero tampoco uno.
Diosas descienden en los umbrales de voces con azoro y zoor
“…..cuando ya no hay inconsciente ni dialéctica de las conciencias
sólo el comprenderse del élan consigo mismo
el brillo de su efervescencia”,
el habla en estado de encontrar
así … “los filos empiezan a trabajar
donde no ha quedado naaaaadie...”
No hay nadie
y no necesita la lógica dialéctica
como el fetiche no es dialéctico,
es una pieza de resistencia
allí donde “un calor de revelación le es dado”
y también “una estrella emancipada y fría”,
concentración solitaria, nácar,
pero asimismo
“una piragua compartida
atravesando la arena de una sola noche.”
En ningún otro poeta que conozco son tan frecuentes las palabras valija.
Hubo que decir “relampagancia”, “cosmoesfínter”
ya que “su trabajo requiere de unas orugas de la pancrisálida”
porque sus palabras son “una óptica encarnada del alto sinestesiato”,
alta combinatoria sensorio-sensible
en cuya condensada urdimbre la lengua es una salpicadura
y los sentidos alternan y cruzan ululaciones:
“uhuuuuuurrraaaaa”
Uu–HUuu–RAaa”,
papillas, suspensiones
“flotan por la nochedía y en el embuche de las olas
por donde el agua les vierte sus cristalerías.”
Los cristales de la visión y el sonido del viento,
“el instable vénTu” del viento,
vano fanstasma de niebla y luz:
“Oh ven ven tú” en el poema de Bécquer
y “Poesía eres tú”
y Eso eres tú, yo soy atman, yo soy brama, del Briadaransyaka Upanishad,
“maricor de mi trovar si saetilla que apollera
muy de miseñora soy tu ven-hablo”;
“eso eres tú” porque escuchas las palabras, el maullido del gato,
la sibilación, la voz de la sinestesia
“que no es una colina sola…
pero una teofanía del fraseo es sin concilios,
es un sonar bien cabalgado entre vientos comprendidos.”
Las “tierras de buda” tenían árboles de oro con frutos de pedrerías;
“por lo demás este clima ya no es de la Tierra:
es de la levadura de cuarzos / del rociarse de sus jaspes.”
Palacios instantáneos, cada deseo nace al tiempo que se satisface;
el paraíso de Abitaba, que yo habitaba,
prometido al vuelo del azor
donde el deseo era su realización y nada faltaba.
En esta sopilla prebiótica
el alto balbucear de su sentido
(Sopa, me gusta la sopa):
“El poder terrible de la palabra sopa.
Pero el centro de la incantación sigue siendo…
joyas,
el brillo de la persona luminosa,
mahatma glow
que se desmultiplica en cristalerías.
“Por eso ladrones:
vivimos de sus robos.
Un bosque entero como tesoro de los robos.”
Hebrillas de Perlongher:
“Rutila el embarque,
engloba las miraciones”;
perfiles de García Lorca en Nueva York:  
“la alfombra era y la punta de los hormigueros
que iban de una pared a otra de las estatuas”;
fibrillas y estambres procesados; un nuevo combo
de boingo bong rebota resuena dando azoro,
fervor también, pero sobre todo: zoor.
Aquí, en la sopa microondas,
“ningún insecto trabaja, ningún insecto mata,
apenas tantean el grumo de la hilación.
La araña en su tela es una escama del fulgor, un rizo de fuego”.
Bajo un régimen contemplativo
nada existe en la batalla por la vida,
todo existe para rizarse en el poema,
en el matema; todo es hilos, hilación:   
“así que la luna era este plano microhilino”.
Los insectos son dijes de un collar
que hila todo, inclusive la incongruencia,
zonas más abruptas y opacas,
“boniatos de lucidez ecuestre”
tan intratables como la tortuga ecuestre de César Moro,
salvo que a uno le guste cabalgar
y otras exquisitas:
“El sol da a los tréboles tigres de miniado caramelo.”
Aquí nada falta, las cocinerías del sol,
el tráfago de chispas, las semillas de cacahuate,
las cañas, la higuera, y el zoom del abrazómetro
en un punto nodal y al punto
quedé enredado en tus versos,
tútú, oh ven, ven tú, tu tour de force.



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