Todo está en los oídos - - - por Alan Ojeda.

¿Es la poesía el arte de la fuga, la transformación y la magia? Imaginemos un plano secuencia: un hombre corre hacia un punto lejano en el horizonte y el terreno está dividido en áreas concéntricas, cada una correspondiente a otras formas de existencia (animal, vegetal y elemental). El hombre, corre, salta, se arrastra, navega en la densidad de ese mundo variado y, al cruzar cada línea, muta, deviene animal, planta, elemental, deviene también materia verbal. Los colores se transforman en verbos, los animales, los sustantivos y los adjetivos también. Todo cuanto acontece es y está siendo. Nada posee una forma fija. Tanto el hombre como su entorno son, antes que nada, procesos. Es por eso que Zoor es una aventura para valientes que no teman transformarse y tender puentes hacia la existencia toda. En este poemario el lector se acercará, a tientas, abandonándose a su oído antes que, a la razón y la referencia, a la magia y a sus operaciones primigenias.
  
El poemario Zoor de Nakhalah Khan, editado en la colección El Rayo Rosa de Allox, la editorial surgida en La Estación Orbital Alógena (http://www.estacionalogena.com.ar/) es un poemario anómalo para nuestro tiempo. Su lectura es un ejercicio mental y físico ¿Por qué? Como diría el dicho alquímico: orat et laborat. La poesía de Nakhalah Khan no oculta, sino que exhibe, operaciones teúrgicas y alquímicas en lo que podría llamarse una “épica metafísica”. Es poema que inaugura el libro orienta al lector en la finalidad del libro, el proyecto poético de Zoor: “……………que restalle la luz del avanzador mercurial/ la ampolla de la que liba mi jeringa islandesa:/ “humanidad-no-existe” / y así el inframar gesticula y hace signos / nada hacia la escollera más fiel a su mariposa / a su mar-adiaga / o su es mar bailey/ que se viel amolina acá:/ “sé el desántropo”, sigue el émbolo”.  El poemario invita a iniciar una actividad mediante la cual el lector va a poder comprender y experimentar aquello que sucederá en las páginas venideras. Ese des-antropizarse implica abandonar la lógica imperante y buscar un camino para comulgar con un pneuma, el de la “vía cardíaca”, como señala el mismo poema en su conclusión. En ese sentido, desde los primeros versos Zoor es un libro para iniciados. No busca apelar al acervo de experiencias cotidianas automatizadas en las que reina el costumbrismo donde la poesía es espejo y está detrás de la acción, por el contrario, Nakhalah Khan es el continuo estarse yendo en el “esplendor-entre-zonas-amigas”: “No soy lobo, / hago tratados: desencadeno, / no me quedo/ ni iniciarme quiero:/ estuve antes y sigo rodando”. Cada verso es una inter-zona hacia la que camina el poeta, creando puentes hacia la pluralidad-multiforme del mundo.

En Zoor, el lector también se encontrará con juegos de palabras que remitirán a libros como Lamasmédula de Oliverio Girondo, pero ya no en plan de juego vanguardista sino como forma de construcción gramatical de nuevos verbos y acciones a partir de lo que podríamos considerar existencias físicas, constituyendo un devenir verbal de la materia.  El poema no dirá “la flema verde del guanaco” sino “guanaquescer de verdeflama”. La inversión de la fórmula implica una visión microscópica, la visualización de una zona in-diferenciada en la que la flema verde adquiere características del animal y no al revés (el guanaco es un animal que escupe). Si tuviéramos que recurrir nuevamente a una comparación cinematográfica, sería la descripción de los procesos en una filmación en reversa. Esa creación de palabras es un imperativo del poeta para dar cuenta de lo que sucede en los intersticios de la materia: “qué decir ´mar´, qué decir ´luna´”. / Hubo que decir “relampagancia”, “cosmoesfinter”, “menta dérmica”.   

Por último, Zoor, como todo pneuma o palabra divina, se oye. No es en los ojos que está el órgano poético, sino en los oídos: “Nada descansa, todo trabaja/ Pero sin ojo ni el jefe”. Así se constituye la actividad sacra del poeta como oído del mundo: “´Lo que pierde escucha gana en maldad/ y así empieza la historia de la verdad / Capítulos de lo que no co-responde por hablar en la sordera para el bhang. / Amenazante es lo que no oye, lo sin caracol / Cuantos pétalos dispara la estesia al oír, / y el perro que te vuelve a decir:/ soy un pastor de los pasos, nada más”. Como sintetiza otro verso del libro: “Para quienquiera pintarse de iniciado que oiga la nota”.

Además de las cuatro partes que constituyen el poemario (zooide, zonor, od-zoor y zoor-B), el lector encontrará ensayos de los poetas Roberto Echevarren, Reynaldo Jimenez y Juan Salzano igual de “zoonoros” que los poemas que lo constituyen y que contribuirán a la confusión general, como alguna vez señaló Aldo Pellegrini.

Zoor nos invita a abandonar la actitud pasiva de la lectura para comprender el camino del aprendizaje. No solo la poesía como experiencia cognoscitiva sino como espacio de liberación del corsette verbal y mental que la realidad y la cultura parece imponernos en la lengua y el oído.

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