ZOOMOR * ZOROAR --- por Reynaldo Jiménez.


En ZOOR el ornamento —silabar y funambulesco, algo tordo del Bosco, nunca tardío
hiperbóreo en cuanto lanzamiento a lo ignoto inmanescente, escandido hasta el ripio—
no funge de adorno para que la presunta conciencia se meta vacacionalmente a
descansar, como si neutra no pudiese dejar de reparar ensigomisma, sino que constituye
apoyatura suelta y acaso celebrante catapulta para una sensomatización fuera de ritual y
sin pormenor de mediaciones discursivas ni prestigios de la creencia. El ajuste sintáxico
está actuaecualizando, acuático a su ranar de acústica achinado, se tambalea adrede de
puentes interconsistencias a manera de desatamiento —ya sin lectura— del íntimo
volátil.


Cuernos y cornadas abundantes. Pasto de virazón. Quizá por eso así en los signos
precise —ajuste y requiera— este argüir favorable a una elástica voluntad de roces,
camaleona filosófica, como en bolas arengar, pro fuera de urbe, la emergencia mestiza,
renoval sensacionista al hacerle el entre corporante a espaciotiempos nada sólitos, menos
mestizos nunca. Afín al miniado noveau de símbolos permutantes en Eguren (José
María) ha un siglo pero sin retro de ecos e introyectado el pajarístico habitado en
Martínez (Juan Luis) décadas atrás, reflejo a su vez descondicionado (unready-made) que
no puede no remitir a cierto loco-de-Attar o suya lengua de los pájaros; ni bien Bustos
asoma su cala exhalando estratos en añicos extrañados de lo que denominara moral de
los plumes, ZOOR destraba ex idioma los contactos ínfimos, arrancando de movida las
veloces insistencias de esa lingua peripoiética que abarcando distingue y aun divierte los
magnetismos disolveentes de onda en el seno lácteo de su (zoz)obrar.


Lo que en palabras sin palanca cerebral e insisto signos para deshilachar puntadas de
cuya eminencia tipográfica componen el relieve, lo que el quién de cada cual puede o no
situar dentro de este o aquel otro campichuelo semántico, para más luego adentrarse
pichón en ellas, en el aleteo-étimo de ellas, hasta apagárseles el preformateo semántico,
lo cual puede ser risueño, o puede ser ni simple ni llanamente, hacerse al revirar. La
colocación multilocada del entonado detonador no le ilustra el sentido, al reencendérsele
en la coronilla espinar de otro modo, de todos modos, no de cualquier modo, ¡pues ni
modo, prestimano!: la confianza cuando no leticia en el de-por-sí del desplazamiento,
crecimientos nunca anexos poliorgánicos e intempestuosa hilaridad, claro que sí, que en
ZOOR provoca a los agentes cachivaches del sucedáneo, surtiéndoles el pescuezco y
quemándoles la coleta con bichos de luz al frente diamantino caracolado escalofrío
caleidoscopio.


Quizá a su autor criptógamo le guste desafincarse a voz agrado de mareación y hurtarse
al sol timorato de aquellas casillas significativas más o menos playeras, más o menos
cancheras. Con cualidad de alabanza polifonico-focal en cuanto distínguense las luces
coloreadas o la impredicción de infraevidencia en que el poeta se torna productor de una
nave de roces de voces y arrima su cualidad magiciana de fomentárnosla en qué
desniveles de la resonancia craneano-aural, aun a través de fluctuaciones fosfenográficas
en un uso del versus que se va inventando mientras alínea neandertalmente con el futuro
ancestral, polvorines de mentas y animalejos de muy cerca, como en la sobreabundancia
escuchada en el cuerno de paso de un pastor de pasos, sobre un terreiro tan repentista
cuan ucrónico, neófito incesante y en la borradura rumi(n)ante de semejante inminencia.


La improvisación o cualquiera de los procesares o zumos efervescentes o destilados
desde todos sus lados por kHan (nakHlah) para esta indócil impregnación en que
desborbita ZOOR, no podría ni querría —tal deja constancia formurante y amorfante la
respira-invocatoria del sintaxyer— propalarle más garantías fundacionales ni recursos
funcionales a la secular burgofantasía de un automático automatismo, así como la
transgresión es inmersa e intrínseca y no queda empalmada a la línea de montaje
experimencial, se da donde y cuando no había proyecto. A estas furtivas sendas del
entredós está dedicado el destilado del quemar vagamundos con la sola magnitud de un
breviario de agenciamientos, una cartografía de jaspes, de trituraciones alimentarias, de
recipiencias: aura sibilina en la que tanto el psicopompo como el piscolabis caben, saben
de cor su no-parte y sus partículas al transfugar. Su valdeprecio de utilidad sensibilizante
se aplica más bien en hacer vibrar, esto es vibrar por todos los medios disponibles,
vibrarles la fibra y tamizarlos por efecto inagotablemente residual de una vigilia
diamantina, vibrátil mascarilla de insectólatra, a quien las entidades le afluyen sin
persecuta desde la yema dédalo de los dedos o el polvillo estelario de una puntuación
sobre los párpados atlertas de muchas noctes al vobrar, bravir, vulver, brivar.


En atención a luces y contraluces que la lengua achispada desata a su vez y propaga, para
el chistido seguro de maldigestos, concurren aquéllas al interior jamás proclamado a lo
largo lagunar de la textilia, flórula ayayay naturata: un niñoide Who conecta voces
huéspedes cintilantes como si tachando enjoyaduras tremulares tras inhóspita margen se
le diera prodigar sin dominios, sin redundarse los trasinfondos en un fondo apto a la
prehensión. Interiorrizarse, o sea se dar anexactadamente vueletra, al toque darse de su
retícula del guante cerebral, estirarse de cualquier aguante agente y pastar la basta
espesura, arrancar en su querencia sin quizá una eufonía herbalescente, de
acontinuidades sombrosas, pandiorámica del receptopercipiente, con todas las
incipiencias de una instantánea dilatación. Puesto que aquel(lo) no se atina más ni
pretende entonces verse tan sostenido tal en soporte nocional “poesía” ni allende el
tercer oído estos no comportados verbalescentes, recursares tan psicosúbitos de
anarcarcaicos. Como en zaum o transmental de Kliebnikov (Velimir) ni el influjo será
por mor de modernidad ni el a propósito engrosar los hangares de su avant garde sino
adelgazarse, hormigueando, hasta una rítmica infrafina: vecino del chamán siberiano en
el caso del ruso, presto a los oficios curativos del deslinde, y puesta en abismo del
lenguaje y éste en tanto neta sustancia alteradora de la mente cerebrizada, en el caso del
para nos y evidentemente para sí misterioso criptónimo disponiendo las redes de pesca
en que trama este antidrama del dharma, comedieta zoroastral de su ZOOR.


Los pliegues zoorianos vienen pues a cumplirse y descomprimirse en la propia desnudez
que nos los atesora, a la manera del seguimiento de una vertiente copulativa de
transducción —por la que concurren paradiscursivos algunos fosfenos satelitales del
hierosilabario zooriano— que de tanto asimilarse a lo que a vaivén no y no(h)mbra o
provoca co(h)lumbrar y sin saberse pues dado en auto(h)ría o po(h)sesión de alguna
clase de co(h)sa meramente humana ser piente en ciernes de lesa lengüilla poiética. Y al
decir, recién, hace siglos, los signos, inclúyanse por favor los proveedores zoorianos de
asignificancia, cuya extensión micromilagrosa por abastecido revuelo de identidades y
demás robusteces del ente queda, empero, a la vista ahuesada del reojo, al estrábico
modo gnómico, con bizquera prójima ante múltipla cercanía, fraternidad rizada de los
estratos en el teatro retinosónico, (ad)miración tímbrica en la caverna timpánica,
descarga ilegal y que no se legitima en mientes porque emerge y surte la clandestinidad
mayor de la anonimia sensosensual, toda vez que el famoso sujeto de cualquier predicado
hace aguas (aéreas). Y así —según aseveraría una fórmula dislocal— se goza.


Y va decir agua va, atravesamiento pluridevocional del risueño, brazo indócil de brisas y
parabrasas, aquello ello que es precioso preciso especioso —otra vez— encante de
hacerse pasar por el parlante menstrual que es un aro muy raro de fuego ambarino
adentro de cuyo húmedo Avanzo enmascarado se desenfrasca ¡y se desentiende! en bishos
sucesivos y en ósmosis de oasis el micronomadismo otra vez parafrodisíaco de un fulgor,
al estimar de un reverbero, piar de una razón emplumada. Por la kinola de ZOOR se dan
enclaves curtidas en además lenta y descarada amistad con el humus, propagación del sin
cara (insiste) en que —según supiera desfondarnos más que a tiempo Lezama Lima
(José)— en inestricto senso aflora aquella dimensión de la movilidad que se goza en decir: si
me descifras en el río, te muerdo en la serpiente.
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